jueves, 14 de mayo de 2009

Caricias y mimos estimulan la memoria.

Nadie puede tener recuerdos de su primer año de vida. La explicación es sencilla: el cerebro necesita un mínimo de nueve meses de maduración para que la memoria pueda empezar a retener las experiencias vividas. Es algo que se sospechaba desde hace tiempo, y que un grupo de científicos de la Universidad de Harvard acaba de confirmar.


Podríamos pensar entonces que las viviendas de los seres humanos en esos primeros meses no cuentan, que no importa cómo trascurre ese periodo de la existencia, que los buenos momentos pasan sin pena ni gloria. Nada más lejos de la realidad, pues cuantas más muestras de amor y ternura reciba el pequeño de sus seres queridos, más se favorecerá el desarrollo de su cerebro. Y es que en esta etapa temprana de la vida, el cerebro (y con él la memoria) se estimula y se desarrolla presisamente gracias a la informacón que recibe el chiquitín a través de sus sentidos (sonidos, imágenes, olores, sabores, colores), muy especial la que le llega a través del tacto (masajes, caricias, abrazos, y apapachos....).

Tomando en cuenta que el cariño y el contacto físico son tan necesario para el bebé como el alimento y el aire que respira, no hay mejor receta que esta: mimos, mimos y más mimos.

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